¿Qué es la inteligencia emocional en niños?
La inteligencia emocional en niños es una de las habilidades que más les ayudará para desarrollarse personalmente, tener relaciones sanas y éxito en la vida.
Cuando hay desajustes emocionales se altera el comportamiento de los niños y de los adolescentes, afecta la convivencia familiar, escolar y social y también su bienestar psicológico.
Estos desajustes aparecen cuando el niño no reconoce sus emociones adecuadamente, no las expresa o lo hace de modo inadecuado o interpreta de manera errónea las conductas o emociones ajenas. Para todo ello, construir una adecuada inteligencia emocional en nuestros hijos puede ayudarlos a ser emocionalmente más sanos.
Consejos para construir la inteligencia emocional en niños
Ayudarle a conocerse mejor y dar nombre a lo que siente
El autoconocimiento es la piedra angular de la inteligencia emocional. No porque sea la más importante, sino porque sin ella difícilmente pueden darse las demás.
Para desarrollar una conciencia emocional adecuada, donde la persona sea consciente de sus propios estados internos, de sus emociones, de sus recursos, de los efectos que las emociones tienen sobre ella, es importante ponerles nombre.
Para que el niño gestione de manera adecuada sus emociones, primero debe reconocerlas adecuadamente, y en ello radica el mejor conocimiento de uno mismo.
Para lograrlo, hay que ayudarle a nombrar todo lo que siente. En vez de intentar eliminar y minimizar la emoción negativa, es recomendable partir de ella para nombrarla y explicarle al niño qué siente y por qué. De este modo estará trabajando la autoconciencia.
Trabajar la alfabetización emocional
La alfabetización emocional es lograr que los niños tengan un vocabulario amplio y fluido sobre las emociones, es una cuestión básica durante toda su etapa de desarrollo.
Saber poner nombre a las emociones que se sienten es el primer paso para reconocerlas y aceptarlas. Muchas veces los niños no saben qué emoción están sintiendo. Ni saben identificar la parte física o emocional de cada emoción.
Explicarle su frustración, su rabia o su tristeza hará que poco a poco ellos también la entiendan, la afronten y la superen.
Validar sus emociones
Aunque pueda no parecer importante lo que sienten los niños en determinadas ocasiones, para él sí lo es, así que hay que tomarlo en cuenta.
Si una niña rompe a llorar porque se quiere poner unos vaqueros, pero están sucios, no hay que decirle “no llores por eso, es una tontería, tienes estos pantalones que son exactamente iguales que los otros”.
Es importante reconocer sus emociones, comprenderlas y ayudarles a buscar una solución. Muchas veces, dado que no nos gusta que los niños sufran, intentamos eliminar directamente las emociones negativas (cuando lloran, cuando están enfadados).
Los distraemos con otras cosas (un juguete, con la televisión, etc.). Todo vale para que dejen de llorar. En otras ocasiones, algunas personas les dicen que “llorar es de pequeños” o frases como “eso es una tontería”.
Es importante tener en cuenta todo lo que el niño piensa y siente, respetarlo y hacerlo valer. Crecerá con una autoestima fuerte.
Atender a su autoestima
La autoestima es un aspecto esencial en la personalidad del niño, que está desarrollándose durante toda la infancia. Si una persona se acepta, será capaz de avanzar y madurar y seguir realizándose personalmente. El niño y el adulto que será necesita tener una autoestima positiva y un buen concepto de sí mismo, lo que le permitirá superar los obstáculos que encontrará en la vida y solucionar conflictos.
La autoestima es la apreciación de la propia valía personal. Y la autoestima del niño se forma a partir de las experiencias que vive también con sus padres.
Mostrarle que es importante y que aprenda a aceptarse tal y como es, es una buena manera de desarrollar una autoestima positiva. Si la persona siente y percibe que los demás le aceptan, le quieren y le consideran importante, se sentirá competente y seguro.
Ayudarle a descubrir sus fortalezas y debilidades
Conocer las propias fortalezas y debilidades es también un aspecto esencial de la conciencia de uno mismo. Cuando uno conoce cuáles son sus fortalezas y sus debilidades se siente más seguro de sus habilidades y de sus capacidades. Sabe hasta dónde puede llegar, qué puede esperar y qué debe mejorar.
Hay que enseñar a los niños que todos tenemos aspectos positivos y debilidades, y que eso no nos hace mejores ni peores que los demás. No hay por qué ser buenos en todo y los errores o debilidades no definen a las personas.
Ayudar al niño a detectar sus fortalezas y debilidades le permitirá reconocer cuándo necesita ayuda, cómo puede afrontar las dificultades y cuándo puede dar lo mejor de sí mismo.
Trabajar el autocontrol y la adaptabilidad
El autocontrol también es una de las características principales de la inteligencia emocional. Forma parte de la autogestión, de saber manejar adecuadamente las propias emociones. Tener autocontrol no significa reprimir o negar las emociones ni que el niño no las exprese. La gestión adecuada de las emociones es un aprendizaje que requiere tiempo y esfuerzo.
En primer lugar, el niño debe reconocer las emociones que tiene, y si no es capaz de hacerlo, difícilmente podrá gestionarlas de manera adecuada.
El autocontrol puede trabajarse, pero no a través de la represión o negación de las emociones. Se deben aceptar, y aunque salgan de manera inadecuada en el niño (por ejemplo, como rabietas), no se deben castigar, sino trabajar la emoción subyacente a partir de esa conducta.
Tener autocontrol significa comprender la emoción y transformarla para el propio beneficio. Requiere que la persona sea flexible, esté abierta a nuevos enfoques y adapte nuevas perspectivas en la solución de problemas.
Trabajar la motivación
La automotivación es otro de los componentes de la inteligencia emocional. Tener automotivación es capacitarse emocionalmente para mantener un comportamiento orientado a los objetivos. Se trata de que el niño tenga en mente la meta y recuerde las recompensas que logrará.
Se trata de trabajar en los niños la persistencia, el hecho de no desalentarse, de ser aplicados, de conseguir a pesar de los errores, etc. La motivación ayudará al niño a conseguir las metas que se proponga en la vida. Para ello, hay que ayudarles a valorar el esfuerzo, a fijarse metas realistas y específicas y a evitar que posterguen las tareas que deben realizar.
Desarrollo de la empatía
La empatía ayuda al niño a comprender a los demás, a ponerse en su lugar, a entender sus estados de ánimo y también los estados psicológicos o motivacionales.
Para poder reconocer los estados emocionales ajenos hay que ser comprensivos, sensibles, tener destrezas perceptivas y capacidad de adoptar distintos papeles. Desarrollar la empatía es algo imprescindible para ser inteligentes emocionalmente, dado que es el punto del que parten las relaciones sociales satisfactorias con los pares.
Comunicación
Las competencias comunicativas en los niños también tienen un papel importante en su competencia social, y por tanto, en la inteligencia emocional. Dentro de la comunicación se hace referencia a las habilidades básicas no verbales (por ejemplo, contacto ocular o gestos), a la competencia en conversaciones o las habilidades lingüísticas.
Comunicarse con el niño o niña también es importante porque ayudará al adulto a conectar y exteriorizar los sentimientos, y a ellos a detectar las emociones que les paralizan, que les bloquean o que les importan. Para conseguir que el niño aprenda a manejar adecuadamente sus emociones es necesario que padres y educadores cuenten con información para gestionar sus estados emocionales y faciliten el aprendizaje a los niños.
También es importante que les dejen hablar, y algunos trucos que se puede utilizar para comunicarse adecuadamente con ellos es utilizar mensajes que reflejen sentimientos.
Trabajar las habilidades sociales
Las habilidades sociales son otro componente fundamental de la inteligencia emocional. Son el conjunto de conductas que emite un sujeto en una relación interpersonal, donde es capaz de expresar sus emociones, deseos y opiniones, teniendo en cuenta a los demás, resolviendo problemas inmediatos y previniendo problemas futuros.
La interacción con otras personas es primordial en el desarrollo de la persona y condiciona su proceso de socialización. Las habilidades sociales pueden ir de conductas simples a complejas: saludar, expresar opiniones, hacer amigos. Para ello, es recomendable ofrecer un modelo adecuado de habilidades sociales, el niño aprenderá con el ejemplo cuando vea en sus padres manifestaciones de cortesía, respeto, o solidaridad hacia otras personas.
Además, es bueno valorar los aspectos positivos y reforzar al niño o niña, proporcionándole ocasiones donde pueda relacionarse con situaciones sociales.
Resolución de conflictos
Los conflictos suelen suceder. en muchas ocasiones, por emociones mal gestionadas. Hay que enseñar al niño que el enfado es una emoción normal y que no hay problema en ello. Lo que debe aprender es a gestionar ese enfado. Para ello, hay que mostrarle que aunque todo el mundo se enfada, la manera en la que se actúa después es la que determina las consecuencias.
Una buena forma es enseñarle a detectar las señales que le conducen al enfado y que pueden llevar al conflicto, así como maneras diferentes de actuar a como lo hace siempre. También enseñarle a gestionar la ira y a evitar problemas que acaban ocasionando conflictos, evitar los actos impulsivos, a calmarse con distintas técnicas (respiración, relajación).
La importancia del trabajo en equipo
El trabajo en equipo es fundamental en la sociedad en la que nos desarrollamos y está presente en la vida de los niños constantemente. Aprender a manejarse en un grupo, a lidiar con otras personas, resolver conflictos, comunicarse, etc., son habilidades necesarias para la vida en sociedad.
Cuando se trabaja en equipo, la inteligencia emocional está muy presente. Y ser emocionalmente inteligente puede ayudar al niño a desenvolverse en grupos de una manera óptima.
Saber escuchar también es importante
Escuchar exige mayor esfuerzo que hablar. Saber escuchar requiere de aprendizaje, y se refiere no solo a escuchar a lo que la persona ha expresado sino también atender a los sentimientos y pensamientos que subyacen.
Para poder escuchar de manera activa se precisa de empatía. La escucha activa se aprende, y empezar a desarrollarla en la infancia con los niños, les ayudará a comprender la importancia que tiene para relacionarse adecuadamente con los demás.
Enseñarles la importancia de respetar el turno de palabra, de no interrumpir a otras personas, de centrar la atención cuando alguien está contando algo importante y de mantener el contacto visual.
Trabajar la asertividad
Si se trabaja la asertividad, el niño estará seguro de sí mismo, se expresará con claridad y será una persona capaz de expresar sus deseos, motivaciones y necesidades, teniendo en cuenta al mismo tiempo a los demás.
Para ello es importante respetar al niño y mostrarle que sus opiniones son importantes, pero que al mismo tiempo debe tomar en consideración a los demás. Un niño asertivo será capaz de expresarse adecuadamente, decir no cuando lo necesite, defender sus derechos y expresar sus sentimientos, todo ello de acuerdo a sus intereses y objetivos y respetando el derecho de los demás.
Confianza en sí mismo
Para construir una adecuada inteligencia emocional también es necesaria la confianza en uno mismo. Con esto se alude a la seguridad que uno muestra acerca de la valoración de lo que hace y de sus capacidades y competencias.
Un niño que confía en sí mismo es un niño que se siente capaz de alcanzar las metas que se propone, que es fuerte para hacer frente a los obstáculos que le pone la vida y por tanto, puede desarrollarse de manera óptima. Para que un niño confíe en él mismo, es preciso confiar en él. Por eso, hay que tener expectativas altas sobre él, pero realistas, de lo contrario podría sentirse frustrado.
Si se confía en él, el niño también lo hará y no se rendirá, buscando siempre alternativas que le ayuden a conseguir las metas que se proponga.
Expresar afecto
El amor incondicional es algo que se debe expresar y que debe mostrarse en el día a día. El amor no debe darse a cambio de ninguna cosa, y debe expresarse tanto en ejemplos cotidianos como con palabras.
Por ello, hay que respetar al niño por ser como es, decirle cuánto se le quiere y ponerle palabras a cómo se siente uno cotidianamente. A veces uno está triste, otras contento, en ocasiones enfadado. Enfocarse en eso y explicarle al niño las propias emociones también le ayudará a desarrollar su inteligencia emocional.
Atender a sus necesidades
Una de las labores principales de los padres es formar a sus hijos en competencias emocionales para que sean adultos responsables y sanos emocionalmente. Los padres deben ayudar a sus hijos a identificar las emociones y a etiquetarlas, a respetar sus sentimientos, a ayudarles a manejarse en situaciones sociales.
La manera en la que los padres atienden las necesidades de sus hijos, muestran empatía por lo que sienten y necesitan, regulan sus emociones, se expresan con ellos o hablan de las emociones, por ejemplo, les ayudará a ejercitarlo en ellos mismos.
Los niños aprenden también por imitación, y si ven en sus padres determinadas actitudes, acabarán por incorporarlas a su propio repertorio.
Referencias
- Alfabetización emocional: la deuda de enseñar a vivir con los demás. Revista Iberoamericana de Educación.
- Inteligencia emocional en adolescentes. Padres y maestros.
- Manual de inteligencia emocional. Pirámide.
- Inteligencia emocional. Libsa.
- La inteligencia emocional de los padres y de los hijos. Pirámide.