La obesidad se relaciona con el tipo de alimentos que se consumen de forma muy directa, debido a que el cuerpo puede asimilar gran cantidad de azúcares, grasas y harinas de los alimentos ingeridos. Esto afecta la manera en que funciona el cuerpo y el nivel de grasa corporal.
Somos lo que comemos. Por ello, la alimentación debe ser balanceada, rica en nutrientes que le aporten al organismo energía y vitaminas. Al consumir alimentos ricos en grasas, harinas refinadas y azúcares, es muy posible que haya un incremento en el peso y que incluso se padezca de obesidad.
Para la Organización Mundial de la Salud (OMS), la obesidad está relacionada con una cantidad poco normal de grasa corporal que puede llegar a ser nociva para el organismo, y expresa que se puede establecer si alguien sufre de obesidad gracias al índice de masa corporal: el peso de la persona en kilogramos entre el cuadrado de la talla en centímetros.
En tal sentido, la OMS considera que una persona tiene obesidad si su índice de masa corporal es de 30 kg/m² o está por encima de esta cifra. De igual forma, considera como un indicio de obesidad cuando la circunferencia abdominal es mayor o igual a 102 cm para los hombres, y para las mujeres, igual o superior de 88 cm.
Una alimentación rica en azúcar, harina y grasas, sumada a poco o nulo ejercicio, puede generar consecuencias perjudiciales para la salud, ya que se crea un desajuste entre lo que se consume y lo que el organismo es capaz de eliminar o quemar, por lo que el cuerpo va acumulando tejido adiposo o grasa.
Alimentos relacionados con la obesidad
Alimentos ricos en grasas saturadas y trans
El organismo requiere el consumo de grasa para un buen funcionamiento, puesto que es una importante fuente de energía. La grasa proviene de varios grupos alimenticios, como los lácteos, los aceites y las carnes, entre otros.
Todo alimento en exceso es dañino. Por ello, se debe cuidar la ingesta de la grasa y preferir las llamadas grasas saludables, que son las monoinsaturadas y poliinsaturadas. Preferirlas frente a las grasas no saludables (que son las saturadas y las trans) puede marcar la diferencia en nuestra salud.
Grasas saludables
Las grasas saludables son ricas en ácidos grasos omega-3, que ayudan a disminuir los triglicéridos en la sangre. Este tipo de grasas se encuentran en algunos pescados, en productos derivados de la soja, la linaza y su aceite y el aceite de canola.
Otros alimentos ricos en grasas saludables son los aguacates, semillas como ajonjolí, cacahuete y piñón, así como aceitunas, frutos secos (almendras, avellanas, nueces, etc.) y aceites como el de oliva, girasol y maíz.
Grasas perjudiciales
Las grasas saturadas se encuentran presentes en carnes y lácteos, así como en alimentos envasados y comidas fritas. Estas aumentan el llamado colesterol malo, o LDL y, con ello, la posibilidad de sufrir enfermedades cardiovasculares.
Ejemplo de las grasas saturadas son carnes con alto contenido en grasas, leche entera, mantequilla, manteca de cerdo, piel de aves, embutidos, chocolates, helados y aceites de coco y palma.
Las grasas trans —que están dentro del grupo de grasas malas— son aceites líquidos, que después de pasar el proceso de preparación de las comidas se convierten en grasas sólidas. Este tipo de grasas aumentan el colesterol malo y hacen que se reduzca el bueno, por ello son tan nocivas.
Harinas refinadas
El almidón es uno de los componentes presentes en las harinas refinadas y puede ser dañino para la salud. Además, las harinas refinadas tienen un alto contenido calórico, que pueden superar la ingesta diaria de calorías recomendada.
Para conseguir la blancura típica de las harinas es necesario que pasen por un proceso de refinamiento con el cual se busca potenciar su sabor y hacerla más atractiva visualmente, utilizando para ello blanqueadores, oxidantes y estabilizantes. A su vez, esto la desmineraliza, reduciendo sus nutrientes a casi nada.
Al consumir estas harinas, el metabolismo las convierte en azúcares y se incrementan los niveles de glucosa, produciéndose una especie de shock en el organismo como consecuencia de lo acelerado del proceso. Las harinas integrales proporcionan energía de forma paulatina al cuerpo, por ello su consumo es más recomendable.
Un ejemplo de este tipo de harinas refinadas son pastas, hamburguesas, pizza, pan blanco, masas para pasteles, postres y casi todos los productos industrializados.
Refrescos y bebidas refrescantes
Los refrescos y bebidas con alto contenido de azúcares están directamente relacionados con la obesidad y con las enfermedades que se puedan derivar de esta.
Este tipo de bebidas —cuyo contenido está hecho a base de jarabes de maíz, fructuosa y sacarosa— ha sido estudiado por investigadores de la Universidad de California, quienes determinaron que el azúcar está directamente relacionado con la diabetes tipo 2.
En tal estudio se determinó que el refresco tiene un contenido calórico muy superior a cualquier alimento. Al beberlo, el consumidor no sacia el hambre, sino que se produce un consumo excesivo de calorías.
Esto es así porque, además de ingerir las calorías contenidas en el refresco, el individuo consumirá una porción de comida adicional, ya que no quedará satisfecho con la bebida.
Por otra parte, el consumo de este tipo de bebidas incrementa el apetito. Ello se debe a las veloces variaciones de los niveles de glucosa e insulina que produce el organismo para ayudar a nivelar los valores de carbohidratos en el cuerpo. Así, al disminuir el nivel de glucemia, el apetito crece.
Posibles enfermedades derivadas de la obesidad
Son múltiples las enfermedades que se pueden generar a consecuencia de la obesidad. Entre las más comunes destacan las siguientes:
- Diabetes tipo 2.
- Enfermedades cardiovasculares.
- Enfermedades respiratorias, como la apnea del sueño.
- Trastornos en las articulaciones y enfermedades degenerativas de estas.
- Cáncer de seno, útero, próstata, hígado, colon, riñones, endometrio y ovario, entre otros.
Según datos de la OMS, en 2012 la mayor causa de muertes fueron las enfermedades cardiovasculares.
Prevención de la obesidad
Para ayudar a prevenir la obesidad, se recomienda llevar una dieta balanceada y hacer al menos 35 minutos de ejercicio al día.
También se recomienda una dieta rica en frutas y vegetales, sin dejar de lado las proteínas animales. No obstante, lo ideal es consumir carnes magras, así como huevos y leche descremada.
Asimismo, es muy importante el consumo de fibra. Se calcula que deben ingerirse 22 gramos al día. La fibra puede hallarse en cereales, frutas y verduras.
Referencias
- Obesidad. Recuperado de who.int.
- Consecuencias de la obesidad. Recuperado de sanitas.es.
- Fase de seguimiento: Grasas saturadas, insaturadas y trans. Recuperado de cdc.gov.
- ¿Por qué todas las harinas refinadas son malas para la salud? Recuperado de lineaysalud.com.
- Obesity and overweight. Recuperado de who.intl.