¿Quién fue Constantino I?
Constantino I (c. 272-337), también conocido como el Grande, fue un emperador romano entre 306 y 337. Es famoso por haber dado libertad de culto al cristianismo en el Imperio romano, y haber puesto fin a las persecuciones a los cristianos. Asimismo, refundó Bizancio (actual Estambul), que se llamaría Constantinopla.
Gracias a sus políticas comenzó la transición de Roma a un Imperio cristiano, que logró unificar bajo su mando, pues se hallaba dividido entre el este y el oeste.
Fue proclamado emperador en Occidente tras la muerte de su padre, Constancio Cloro, en el 306. Dos años más tarde, el co-regente de su padre, Galerio, se reunió con los emperadores previos, Diocleciano y Maximiano, y los tres decidieron anular su proclamación como césar.
En 312 derrotó a Majencio en las cercanías de la capital y, así, Constantino se hizo con el título de emperador. Un año después, en el Imperio romano de Oriente, Licino se alzó como gobernante al derrocar a Maximino Daya.
Licino y Constantino decidieron dar libertad de culto a los cristianos dentro de las fronteras romanas. De ese modo comenzó a practicarse la religión sin que nadie fuese perseguido y castigado.
Constantino decidió que el Imperio romano debía estar gobernado por un solo brazo, el suyo. Entonces, procedió a derrotar a Licino en el 324 y logró el sueño de unidad romana.
En el 325 se aprobó el Concilio de Nicea, el primer sínodo de obispos cristianos. El emperador falleció en el 337.
Biografía de Constantino I
Primeros años
Flavio Valerio Aurelio Constantino nació el 27 de febrero c. 272 en Naissus, actual Niš, en lo que ahora es Serbia. Era hijo de un militar llamado Flavio Valerio Constancio, no se sabe si este había contraído matrimonio con la madre de Constantino, una griega llamada Helena.
Probablemente su padre no fue una figura continua en su crecimiento, porque ostentaba un alto cargo: guardaespaldas del emperador Aureliano, y luego césar del Imperio romano.
A pesar de que la familia paterna de Constantino era de orígenes ilirios, su padre logró conseguir el título de césar en el 293. Entonces, Constantino se mudó a la corte de Diocleciano y luego a la de Galerio.
Allí estudió latín y griego, literatura y filosofía. No solo estaba allí para educarse, también para coaccionar a su padre para que se desempeñara de la mejor forma posible.
Constancio fue césar hasta 305, cuando se convirtió en augusto junto con Galerio. Se pensaba que los seleccionados serían Constantino y Majencio, el hijo de Maximiano.
Sin embargo, los antiguos césares fueron ascendidos a augustos, mientras Severus y Maximino tomaron el título de césar. En ese tiempo, Constantino pudo ir al lado de Constancio en la Galia, donde se hacían los preparativos para incursiones en Britania.
Muerte de Constancio
El cargo de augusto no fue desempeñado durante mucho por Constancio, puesto que falleció al año siguiente en Eboracum, actual York. Constantino estaba con su padre, y las legiones que los acompañaban lo proclamaron emperador.
Posteriormente, Constantino le envió un mensaje a Galerio donde le notificaba su nombramiento como augusto por los hombres de su ejército. Además, le solicitó que reconociera su ascensión al trono romano.
Galerio, al recibir esa solicitud, se sintió indignado, pues consideró que se ignoraban sus designios. El antiguo colega de su padre decidió concederle a Constantino el título de césar, subordinado a su respectivo augusto, a pesar de sus consejeros, que le aseguraron que con esa decisión, desataría seguramente una guerra.
El seleccionado por Galerio para ser augusto fue Severo, previamente designado césar. Asimismo, le envió a Constantino el traje púrpura, como un modo de reafirmar su autoridad.
El trato final fue aceptado por Constantino, quien de ese modo supo que podría hacerse con la legitimidad de su reclamo al trono romano.
Inicios en el gobierno
Tras comenzar a ejercer sus funciones como césar, Constantino decidió permanecer en Britania, desde donde continuó algunas obras y planes comenzados por su padre antes de morir, como la reparación de fuertes y caminos.
Luego partió a las Galias, específicamente a Augusta Treverorum. Su zona de control se extendía desde las islas británicas hasta la Galia e Hispania. Fortaleció la zona de Tréveris y promovió grandes construcciones en las tierras galas.
Forjó su nombre gracias a propaganda fundada en la fama de Constancio, lo que ubicaba a Constantino como la continuación del legado familiar. Sin embargo, su buena gestión le facilitó reales motivos para ser comparado con el antiguo augusto.
Además, mostró la superioridad romana sobre las tribus germanas en diferentes oportunidades, gracias a la acuñación de monedas, cuyas leyendas alababan sus victorias sobre los alemanni.
En Roma, mientras tanto, sucedía un evento que cambiaría el Imperio definitivamente. La proclamación como augusto de Majencio, hijo de Maximiano, desató un intrincado juego político de intrigas y traiciones que renovaban el panorama rápidamente.
Rebelión de Majencio
Tras el éxito que había tenido Constantino y el poder que ostentaba, Majecio decidió hacer lo propio en el 306, e hizo que le proclamaran augusto en Roma, respaldado por su ejército, que permanecía leal a Maximiano.
Después, Maximiano regresó al convulso plano político y también se proclamó augusto. Ante los sucesos, Galerio envió a Severo a marchar sobre Roma para retornar el orden a la ciudad y consolidar los acuerdos pactados previamente.
Las fuerzas de Severo contaban con una gran proporción de soldados fieles a Maximiano, puesto que habían servido bajo sus órdenes durante un largo tiempo. Por ello, desertaron numerosos soldados, y quedó frustrado el intento de retomar Roma.
Severo huyó a Rávena tras la derrota y allí se fortificó. Maximiano decidió hacer un acuerdo de paz con el augusto designado por Galerio, y este aceptó, con lo que fue apresado y trasladado a una villa pública en condición de prisionero.
Galerio intentó una vez más hacerse con el poder en Roma en 307, pero sus planes fallaron una vez más y tuvo que volver al norte con sus tropas, cuyos números menguaron.
El pacto de Maximiano
Más tarde, en 307, Maximiano se reunió con Constantino, ambos llegaron a un acuerdo donde se establecieron tres puntos principales. El primero, la unión familiar a través del matrimonio entre Constantino y Fausta, hija de Maximiano.
Luego, se ratificó por igual el reclamo de Constantino y de Majencio al título de augusto, del mismo modo que la alianza entre Constantino y Maximiano, como antaño había existido entre este y Constancio. Y, finalmente, Constantino debería permanecer neutral en la disputa que había con Galerio.
Al año siguiente, las desavenencias entre Maximiano y Majencio se hicieron insostenibles y el padre estalló en público contra su hijo, considerando que sería apoyado por las tropas que, en cambio, tomaron partido por Majencio.
En 308, Galerio consideró prudente llegar a un acuerdo con Diocleciano y Maximiano, para lo que se reunieron en Carnuntum. En el acuerdo se estableció que Maximiano debía renunciar a su título de augusto.
También se planteó que Constantino debía volver a portar el título de césar, concedido por Galerio, y que el oficial de confianza de este último, llamado Licino, sería nombrado augusto.
Traición de Maximiano
En 309, Maximiano volvió a la corte de su yerno. Sin embargo, durante una ausencia de Constantino, su suegro decidió traicionarlo. Declaró que Constantino había muerto y se ciñó el traje de emperador.
Maximiano no previó la fidelidad de los soldados y funcionarios de Constantino, quienes no sucumbieron ante sus ofrecimientos de riquezas y posiciones. Escapó y consiguió resguardarse en la actual Marsella.
Cuando Constantino se enteró de esa revuelta, decidió ir tras la pista de Maximiano y la ciudad, que también le era leal, abrió sus puertas traseras al césar. Poco tiempo después, Maximiano se ahorcó tras renunciar a sus títulos.
La primera versión sobre la muerte de su suegro, ofrecida por Constantino, no tuvo grandes detalles y lo mostró como un asunto familiar. Luego aclaró que tras un intento de asesinato contra él, Maximiano decidió acabar con su vida.
Majencio aprovechó la oportunidad para mostrarse como un buen hijo para vengar la muerte de su padre Maximiano, aunque las diferencias que había tenido con su padre eran públicas.
Preparaciones de guerra
En 310 la dinámica política tuvo grandes cambios, especialmente, porque Galerio, uno de los augustos más influyentes, se enfermó gravemente y falleció un año después. Eso sumió al Imperio en un profundo desorden por las constantes luchas de poder.
Antes de morir, Galerio pudo dictar un decreto final desde Nicomedia: declaró que se daba fin a la persecución a los cristianos en el territorio imperial, y aprobó la tolerancia religiosa para ese grupo.
Los primeros en enfrentarse fueron Maximino y Licino, que estaba en Asia Menor. Luego, y temiendo ser atacado por Constantino, su rival más poderoso, Majencio fortificó el norte de Italia.
En cuanto a los cristianos en Roma, Majencio hizo un movimiento que le permitió ganar su favor: les concedió que pudiesen escoger un obispo en la capital del Imperio, que fue Eusebio. Sin embargo, su actitud abierta con la que cumplió los designios finales de Galerio no le salvó del rechazo popular.
El comercio decayó por los problemas entre ambos augustos. Eso, junto al alza en los impuestos y las numerosas revueltas y saqueos en todo el imperio, constituyeron verdaderos traspiés para el gobierno eficiente de Majencio.
Además, en África se levantó Domicio Alejandro, quien también se proclamó augusto en el 310.
Camino a Roma
En el 311 Majencio decidió que la oportunidad para ir contra Constantino había llegado, y usó como excusa vengar la muerte de su padre, Maximiano.
Constantino logró una alianza de Licino, el otro augusto recientemente humillado por Maximino. La buena fe se selló con la unión entre Constancia, hermana de Constantino, y Licino entre el 311 y el 312.
Maximino, que para entonces era el único césar del Imperio, se sintió ofendido por la actuación de Constantino, pues pensó que su autoridad fue pisoteada al buscar primero una alianza con Licino.
Entonces, Maximino decidió pactar con Majencio, a quien reconoció como legítimo gobernante y augusto del Imperio romano.
Todo se había perfilado para el choque entre los más poderosos contendientes por la púrpura: Constantino y Majencio. Cuando supo que su oponente preparaba sus fuerzas, Constantino decidió cargar primero contra Majencio, contraviniendo a sus asesores.
En el 312 cruzó los Alpes Cotios con un ejército conformado por cerca de 40.000 hombres. La primera ciudad a la que llegaron fue Segusium, que estaba fortificada. El talento militar de Constantino le concedió la plaza rápidamente y su sagacidad lo impulsó a prohibir el saqueo.
Italia, un campo abierto
Después de tomar Segusium, los hombres de Constantino continuaron su marcha hacia la capital. Sometieron a las poblaciones que hallaron en su camino. La segunda ciudad con la que se toparon fue la actual Turín.
Allí había tropas leales a Majencio, quienes se proponían mantener la ciudad leal a quien consideraban el augusto real. Constantino y sus hombres rodearon la caballería enemiga y rápidamente tornaron el escenario en una victoria.
Entonces, la ciudad se negó a refugiar a los derrotados, y recibió a Constantino y a sus hombres con las puertas abiertas tras salir vencedores del campo de batalla. Otras ciudades comenzaron a enviar delegaciones para congratular su victoria.
Cuando arribaron a Milán, la ciudad también los recibió como héroes, sus puertas abiertas de par en par mostraron un preludio de lo que aguardaba en Italia, aunque se sucedieron otras batallas antes de entrar victoriosos a Roma.
Verona y la victoria
Verona fue el último bastión leal a Majencio en el trayecto de Constantino. Allí estaba destacado un campamento en una buena posición defensiva.
Al ver el terreno, Constantino decidió enviar una pequeña cantidad de soldados hacia el norte. Sin embargo, Ruricio, un guardia pretoriano de Majencio, pudo derrotar a los enviados de Constantino.
Luego, Ruricio intentó volver con más hombres para enfrentar a Constantino, pero su retorno no solo fue un fracaso, también le llevó a su propia muerte en el campo de batalla.
Junto con la victoria, llegó el fin de la oposición al paso de Constantino por el territorio Italiano. Aquileia, Mutina (actual Modena) y Rávena le dieron la bienvenida y lo aguardaron con grandes agasajos, como era propio para el emperador de los romanos.
El único punto que hacía falta para declarar la victoria de Constantino en el Imperio era la capital, Roma, donde se hallaba apostado Majencio. El otro augusto pensó que se enfrentaría a una batalla convencional y confiaba en que podría alcanzar la victoria fácilmente.
Al dejar el resto de Italia desprotegida, Majencio únicamente logró que Constantino se hiciera con el favor del resto de la región.
Enfrentamiento contra Majencio
En Roma se prepararon para un asedio, recolectaron suficiente grano y se resguardaron dentro de las imponentes murallas de la ciudad, que consideraban impenetrables para un invasor.
Además, Majencio encargó cortar los accesos a la ciudad por el Tíber, de modo que se hiciera imposible la llegada del ejército de Constantino a pie.
En el 312 una gran zozobra se cernió sobre el pueblo romano, que no sabía lo que deparaba el resultado del enfrentamiento entre los hombres más poderosos del Imperio. Majencio se preparó para el combate y se dirigió a los oráculos.
Las profecías vaticinaron: “El enemigo de Roma morirá hoy”. Majencio consideró tales palabras una clara señal de que no podía perder contra Constantino, y se dirigió con plena confianza a la batalla, que tuvo lugar en la otra orilla del Tíber.
Sus hombres tomaron posiciones de espaldas al río, y entonces llegaron las tropas de Constantino que portaban el signo de Cristo en sus escudos.
En poco tiempo se supo que Constantino había vencido: su caballería rompió filas entre los hombres de Majencio y permitió la entrada de infantería. Rápidamente los antiguos ocupantes de Roma intentaron huir hacia el Tíber.
Muchos se ahogaron en las aguas del río, entre ellos, Majencio, cuyo cadáver fue rescatado para luego ser decapitado. El 29 de octubre de 312 Constantino entró a Roma.
Constantino I en la capital
La entrada de Constantino a Roma llevó consigo felicidad a los moradores de la ciudad y centro político del Imperio romano. Fue muy importante para su gobierno aprovechar la simpatía que había generado en los ciudadanos.
Cartago, que seguía ofreciendo resistencia al poder de Constantino, se tornó sumisa al recibir la cabeza del antiguo augusto, Majencio.
Constantino decidió hacer sus sacrificios en el Templo de Júpiter. Luego acudió ante la Curia Julia, y a estos les prometió restablecer el antiguo puesto que ostentaban sus miembros en el gobierno del imperio.
Además, aumentó el agrado entre su pueblo al perdonar a todos los partidarios de Majencio, excepto a los militares, a quienes separó de sus cargos.
Cuando Constantino se presentó ante el Senado, dejó en claro que retornaría las propiedades confiscadas por Majencio a sus legítimos dueños y que daría libertad y perdón a todos los presos políticos.
Eso le concedió el título de “el más grande augusto”, y pasó a ser el primero de su nombre en todos los documentos oficiales.
Propaganda
De acuerdo con la propaganda que comenzó a difundirse en la época, Majencio debía ser considerado un opresor, y Constantino el liberador del yugo que se había cernido sobre Roma.
Además, inició la remodelación y mejoramiento de todas las obras públicas erigidas en tiempos de Majencio, para borrar de la memoria de los romanos cualquier indicio de que había sido un gobernante adecuado.
Alianza con Licino
En el 313 Constantino se reunió con Licino Milán con la intención de sellar el pacto que se había propuesto tiempo atrás mediante el matrimonio del augusto de Oriente con Constancia, hermana de Constantino.
En esa misma oportunidad, ambos gobernantes promulgaron el conocido Edicto de Milán, mediante el cual se decretó la tolerancia de la religión cristiana, al igual que de otros credos, dentro del Imperio romano.
Entre lo prometido se dijo que se restablecerían las propiedades incautadas en tiempos de Diocleciano a aquellos que profesaban su devoción a las enseñanzas de Jesús.
También se repudiaron las formas usadas por los anteriores gobiernos al reprimir a los adeptos a otras religiones.
Maximino, el único césar que quedaba en el Imperio, se hallaba en Armenia cuando sucedió la alianza entre Licino y Constantino. Sintió que habían pisoteado su autoridad, puesto que mientras Licino controlaba Europa del este, él dominaba Asia.
De ese modo se desató el enfrentamiento entre el césar y el augusto del Imperio romano de Oriente.
Licino contra Maximino
Cuando Maximino regresó a Siria, decidió tomar 70.000 hombres y cargar contra Licino para reafirmar su poder. El mal clima que enfrentó el ejército de Maximino provocó que sufriera algunas bajas, pero igual arribó a su destino en abril del 313.
Licino, por su parte, se preparó para el enfrentamiento en Adrianópolis con cerca de 30.000 soldados. Se encontraron en la batalla de Tzirallum. A pesar de la evidente inferioridad numérica de Licino, este logró ganar el encuentro rápidamente.
Maximino logró escapar junto con varios de sus partidarios, pero los historiadores han inmortalizado la masacre que representó el encuentro de los dos emperadores para el bando del césar. En su retirada, Maximino llegó a Nicomedia y trató de fortificarse en Cilicia. Después continuó su camino hasta Tarso, donde eventualmente murió durante el mismo 313.
Algunos han especulado que Maximino fue asesinado, y otros consideran que se suicidó por la humillación de su derrota.
La diarquía
Al principio, las relaciones entre Constantino y Licino eran cordiales, puesto que ambos necesitaban del apoyo (o neutralidad) del otro para consolidar sus respectivas posiciones.
Sin embargo, al eliminar a los otros enemigos, ambos augustos comenzaron a sentir ansias por el control absoluto de Roma. Así, las diferencias entre ellos comenzaron a ser cada vez más insalvables.
Licino deseaba ascender al puesto de césar en sus dominios a un hombre muy allegado a él llamado Senecio. Luego se supo que Senecio conspiró para asesinar a Constantino.
Mientras tanto, el augusto de Roma había ascendido a dicho puesto de césar a Basiano, esposo de su prima y hermano de Senecio. Licino interpretó esa acción como una afrenta, al igual que Constantino con el atentado en su contra por un hombre tan cercano a su colega.
Licino ordenó retirar las estatuas de Constantino de Emona. Al mismo tiempo, Constantino solicitó que se le entregara a Senecio para castigarlo por su delito.
Tiempo después, la rivalidad entre ambos no tuvo freno e intentaron resolverlas respaldados por sus respectivos ejércitos.
Lucha entre los augustos
No se sabe con precisión el año, pero del 314 al 316 se llevó a cabo la batalla de Cibalis. Constantino decretó la ascensión de Basiano a césar y solicitó la ratificación de Licino, quien se negó a dar su visto bueno.
Constantino aprovechó la situación para marchar contra Licino en una zona conocida como Cibalis, ubicada en la actual Croacia. La batalla fue ardua y lucharon de forma pareja todo el día.
Al caer la noche, un movimiento de Constantino cambió el resultado de la contienda. Su caballería atacó el flanco izquierdo de las tropas de Licino, rompieron el orden dentro de las formaciones enemigas y masacraron a los partidarios del augusto de Oriente.
Con pérdidas humanas que ascendían a los 20.000 soldados, Licino huyó a Sirmio, actual Serbia, y de allí continuó a Tracia. En esa época, Licino decidió elevar a un gobernante de la zona que le prestó apoyo, llamado Valerio Valente, a augusto (317).
Batalla de Mardia
Constantino y Licino volvieron a enfrentarse en la batalla de Mardia. El combate comenzó con los arqueros, hasta que las flechas de ambos se agotaron. Después se enfrentaron cuerpo a cuerpo.
Cuando el verdadero combate comenzó, quedó clara la superioridad de los hombres de Constantino. Sin embargo, Licino pudo escapar una vez más, a pesar de que 5.000 hombres fueron tras su pista.
Constantino pensó que su colega y enemigo se dirigiría a Bizancio y partió en esa dirección, pero Licino tomó rumbo norte y se refugió en Augusta Trajana. Quedó en una posición privilegiada, ya que desde allí pudo cortar las líneas de suministros y comunicación de Constantino.
Paz de Sérdica
Para ese momento, ambos augustos habían quedado en una posición vulnerable de cara al enemigo, y la solución más razonable parecía ser lograr un acuerdo. El 1° de marzo del 317, en Sérdica, Constantino y Licino se reunieron para un pacto.
Los principales acuerdos que lograron fueron: que Licino reconociera a Constantino como un gobernante superior a él, aunque ambos serían nombrados cónsules del Imperio romano. Además, Licino cedió las provincias bajo su control en Europa y se contentó con conservar las asiáticas.
Valerio Valente fue depuesto y asesinado. También acordaron que tanto el hijo de Licino, Licino II, como los de Constantino, Crispo y Constantino II, serían nombrados césares del Imperio romano.
Enfrentamiento final
La paz entre Constantino y Licino se mantuvo, aunque el acuerdo era frágil e inestable. El augusto de Oriente se ocupó de problemas limítrofes con los sármatas a partir del 318.
Algunas versiones indican que a partir de 320, Licino rompió su palabra en el Edicto de Milán y volvió a perseguir a los cristianos en el Imperio romano de Oriente, motivo por el cual Constantino comenzó a buscar un enfrentamiento con su colega.
En el 321, Constantino persiguió a un grupo de sármatas que causaba problemas en el Imperio occidental hasta Tracia, lo que se suponía fuera de su autoridad.
A pesar de que en esa oportunidad Licino se quejó, Constantino volvió a hacerlo tiempo después mientras iba tras los godos.
La segunda queja fue más que suficiente razón, desde el punto de vista de Constantino, para marchar con 130.000 hombres hacia los dominios de Licino en Tracia, específicamente hacia Adrianópolis.
Batalla de Adrianópolis
Los hombres de Licino acampaban en una orilla del río Hebro, y los partidarios de Constantino llegaron por la otra. Su estrategia para engañar al enemigo fue dividir a su ejército y hacerle pensar que construirían un puente en determinado punto del río.
Al mismo tiempo, Constantino divisó un espacio oculto por una arboleda, perfecto para cruzar con parte de sus hombres. Envió adelante a una porción de los soldados mientras el grueso de su ejército permaneció frente al de Licino, separados por el Hebro.
La sorpresa fue un éxito y al caer la noche lograron convertir la escena en indudable victoria, tras la cual el resto de las tropas atravesó el río para respaldar a sus compañeros.
Licino se retiró a un punto alto, pero las fuerzas que le quedaban fueron superadas por las de Constantino que, acompañadas por el símbolo cristiano del lábaro, conseguían acrecentar su fervor y ferocidad en batalla.
Al caer la noche, a pesar de haber perdido gran parte de sus hombres, Licino logró escapar bajo el amparo de la oscuridad. Mientra,s los soldados de Constantino descansaron y se prepararon para continuar las hostilidades.
Batalla del Helesponto
Tras escapar, Licino se dirigió a Bizancio, pero considerando la proximidad de los hombres de Constantino, dejó la ciudad guarnecida y siguió su camino hacia el continente asiático, separado por un estrecho conocido como Helesponto o, actualmente, los Dardanelos.
Para controlar las comunicaciones y asegurar su posición, Licino debía controlar ese estrecho. Mientras tanto, Constantino y sus hombres arribaron a Bizancio, que pusieron bajo asedio.
El hijo de Constantino, Crispo, fue el encargado de abrir el paso al ejército del augusto occidental a Asia. La flota de Licino, comandada por Abanto, era harto superior a la de Crispo. Se cree que la primera constaba de aproximadamente 200 embarcaciones mientras que la segunda de 80.
Gracias a la mayor movilidad en el agua, los hombres de Crispo lograron contrarrestar los barcos de Abanto y ganaron el primer enfrentamiento, tras lo cual el partidario de Licino se retiró y consiguió refuerzos.
La nueva flota de Abanto sufrió grandes pérdidas por una tormenta que disminuyó sus números y le permitió a Crispo, nuevamente, salir victorioso y entregar a su padre el control de Helesponto para el paso de sus hombres.
Batalla de Crisópolis
El ejército de Licino que salió de Bizancio tras la derrota en Helesponto, se le unió en la región de Calcedonia, asistido por mercaderes visigodos liderados por Alica.
Constantino, tras la victoria de Crispo, logró pasar sin problemas por el estrecho junto con sus tropas y llegó al Bósforo, desde donde se dirigió a Calcedonia y de allí a Crisópolis, lugar del enfrentamiento final entre los augustos.
Los hombres de Constantino arribaron primero al campo de batalla y, en consecuencia, tuvieron la iniciativa en los ataques.
Licino, acompañado de imágenes de los dioses tradicionales de Roma, se encontraba de un lado, mientras que Constantino y su ejército portaban el lábaro cristiano, que a esas alturas provocaba un gran temor en el enemigo.
El ataque de Constantino fue frontal y el combate duró largo tiempo. La consecuencia del choque fue una victoria indudable para el emperador occidental y bajas para Licino entre 25.000 y 30.000 hombres.
Acompañado de lo que restaba de sus filas (cerca de 30.000), Licino partió a Nicomedia y allí decidió que su única alternativa era entregarse a Constantino usando a su esposa, Constancia, como mediadora.
La vida de Licino fue perdonada brevemente y luego se ordenó su ejecución, como posteriormente se hizo con Licino II, el hijo del antiguo augusto de Oriente.
Constantinopla
Tras eliminar a Licino en el 324, Constantino fue el único emperador de Roma, cosa que no sucedía desde tiempos de Diocleciano.
La capital del Imperio romano se trasladó a la antigua Bizancio, renombrada Constantinopla (la ciudad de Constantino). La refundación se hizo el mismo 324, pero fue dedicada el 11 de mayo del 330 con grandes celebraciones.
Constantino creyó que llevando la capital del Imperio a Oriente conseguiría crear, finalmente, la integración de los dominios romanos bajo una sola cultura, además de proveerle de seguridad para el control efectivo de esa zona.
Asimismo, pensó que era propicio cultivar el cristianismo en sus tierras orientales para que todos los pobladores pudiesen considerarse iguales dentro de las fronteras romanas y acabar finalmente con el paganismo.
A la ciudad se le dieron algunas reliquias religiosas para ser exhibidas, entre otras: el arca de Moisés y la verdadera cruz en la que fue colgado Cristo. Luego se dijo que Constantino había tenido visiones de ángeles que le indicaron que Bizancio debía ser transformada en la nueva capital.
También se erigió una catedral dedicada a los apóstoles en donde previamente se hallaba el templo de Afrodita.
A la ciudad, normalmente, se le llamaba “Nueva Roma de Constantinopla”.
Años finales
Tras la victoria final, Constantino emprendió una serie de reformas. Entre los cambios más importantes estuvo retirar los privilegios a los caballeros de la orden ecuestre, conformada como la verdadera clase dominante sobre la aristocracia.
Otro de los eventos que marcó los días finales de Constantino I fue la ejecución de su hijo mayor, Crispo, y de Fausta, segunda esposa y madre de sus otros hijos varones. Los motivos no están claros, pero se cree que pudo ser la consecuencia de un ardid de Fausta.
Según algunos historiadores, la esposa del emperador estaba celosa del poder de su hijastro y pensó que podría debilitar a sus propios hijos ante Constantino de cara a la sucesión.
Por eso se insinuó a Crispo y fue rechazada, pero contó a su esposo que el joven había sido quien le propuso dormir juntos. Ambos murieron por órdenes de Constantino en el 326.
Otras campañas
En el 332, Constantino I se enfrentó a los godos y dos años más tarde a los sármatas, que habían depuesto a sus propios líderes. Hizo que muchos de esos guerreros se unieran a su propio ejército y a otros los envió a lugares remotos del Imperio como granjeros.
Gracias a esas acciones militares Constantino logró uno de sus grandes sueños, recuperar, al menos en parte, la región conocida como Dacia romana, abandonada desde hacía muchos años por los emperadores.
Constantino también había preparado cuidadosamente un conflicto con Persia para intentar conquistar aquellos territorios. Utilizó a los cristianos perseguidos por el shah como excusa de sus pretensiones bélicas.
En el 335 envió a su hijo Constancio a resguardar la frontera oriental. Al año siguiente, Narseh invadió el estado cliente de Armenia e instaló a un gobernante que le debía lealtad a los persas.
Constantino comenzó a preparar una batalla contra Persia a la que le dio las características de una cruzada: obispos y una tienda con forma de iglesia habrían de acompañar al ejército.
Aunque los persas enviaron delegaciones intentando conseguir la paz, la guerra solo se evitó por la enfermedad de Constantino I.
Muerte de Constantino I
Constantino murió el 22 de mayo del 337, cerca de Nicomedia. Se piensa que su enfermedad comenzó a partir de la pascua del mismo año, tras la cual su salud decayó rápidamente, por lo que se retiró a Helenópolis para darse baños termales en la zona.
Sin embargo, al estar allí fue evidente para él la inminencia de su muerte, por lo que en lugar de seguir esperando un cambio en su destino, decidió volver con prisa a Constantinopla.
Comenzó a hacer la catequesis y cuando estaba cerca de Nicomedia hizo llamar a los obispos para solicitarles el bautizo. Algunos piensan que dejó ese sacramento como una de las últimas acciones de su vida para intentar que todos los pecados cometidos se purificaran.
Tras su deceso, sus restos mortales fueron trasladados a Constantinopla, donde había preparado en secreto un lugar de descanso para sí mismo en la Iglesia de los Santos Apóstoles.
Fue sucedido por sus tres hijos con Fausta: Constantino II, Constancio II y Constante. Varias personas que tenían vínculos sanguíneos con el difunto emperador fueron asesinados por sus sucesores, que intentaron mantener clara la línea hereditaria.
Gobierno de Constantino I
Cumplió las promesas hechas al Senado cuando derrotó a Majencio en Roma. Restauró sus privilegios, que poco a poco habían sido usurpados por la clase de los caballeros que, generalmente, controlaban el poder militar.
Al mismo tiempo, ascendió al rango de senador a los más altos funcionarios militares y estableció que se pudiese convertir a un individuo en miembro del Senado al escogerlo como pretor o a otro cargo cuyas funciones estuviesen en el rango senatorial.
Sin embargo, el poder efectivo solo podía ser ejercido por quienes poseían cierta jerarquía imperial, lo que contentó a unos y otros de los implicados en la disputa.
En la época de Constantino se dejó de acuñar el argenteus puro, típico en tiempos de Diocleciano. La moneda más popular fue el solidus de oro. Los materiales para acuñar las monedas provenían de lo confiscado a los templos paganos.
Otros hechos
Además, Constantino I estrechó su relación con los cristianos, quienes no solo obtuvieron la libertad de culto con el Edicto de Milán del 313, sino que también consiguieron abundantes ayudas económicas del Imperio.
Algunas reformas legales de gran envergadura fueron promulgadas por Constantino I, como que los judíos no podrían circuncidar a sus esclavos, o que los condenados a muerte no podrían ser marcados en la cara o crucificados, pena conmutada por la horca.
También dio rango legal al derecho a celebrar la pascua y se estableció desde entonces el domingo como un día de descanso general en el Imperio.
El cristianismo y Constantino I
Conversión
La conversión de Constantino al cristianismo no tiene un origen claro. Algunos historiadores han afirmado que pudo darse por la exposición temprana al culto por su madre, Helena, de origen griego.
Otras fuentes aseguran que se dio luego, y que aceptó a Jesús como el mesías un tiempo antes de la batalla del puente Milvio, donde sus hombres comenzaron a llevar el emblema “Ji Ro”, las iniciales griegas de Cristo.
Sin embargo, fue en el Edicto de Milán donde dejó testimonio de que sus victorias se debían a su confianza en Jesús. El emperador Constantino I se bautizó pocos momentos antes de su fallecimiento.
Gobierno e iglesia
Al llegar al trono se convirtió en el patrón de la religión cristiana con sus aportes de protección legal y colaboración económica a la religión.
Proporcionó fondos, construyó iglesias, redujo los impuestos y dio acceso a mejores cargos a los cristianos. Además, les restituyó las propiedades confiscadas en tiempos previos. Sin embargo, más de la mitad de sus funcionarios practicaban la religión romana, incluso hasta la muerte de Constantino.
Se ha dicho que la religión cristiana era la más asimilable al culto del Sol Invicto practicado por gran parte de los romanos, y por eso fue la seleccionada por Constantino para consolidar su nueva visión del imperio.
En el 325 colaboró en el Primer Concilio de Nicea, donde se llegó a un consenso con respecto a los dogmas fundamentales del cristianismo. Allí se establecieron las primeras 20 leyes canónicas.
Influencia de Constantino I
Constantino consiguió importantes victorias por las armas, la más grande de ellas fue convertirse en el único emperador de Roma.
También triunfó contra varios pueblos bárbaros que se rebelaron, como los francos y los alemanes, o los visigodos y los sármatas, lo que le permitió reconquistar parte de la Dacia romana.
Estableció, gracias a sus victorias, los cimientos de la monarquía absoluta y hereditaria. Para eso fue sumamente importante el cristianismo y dar poder político a la iglesia, lo que tuvo como consecuencia ulterior la creación de conceptos como el derecho divino de un gobernante.
Constantino es considerado un santo por la iglesia ortodoxa, además de tener rango de isapostolos, que lo iguala a los apóstoles de Cristo.
Referencias
- Constantine the Great. Recuperado de en.wikipedia.org.
- Constantine I. Recuperado de britannica.com.
- Who was Constantine? Recuperado de nationalgeographic.com.
- Controversial Constantine. Recuperado de christianhistoryinstitute.org.