¿Qué es el sokushinbutsu?
El sokushinbutsu es una práctica en la que un monje budista se convierte en vida en una momia. Hace más de 1.000 años, esta práctica la desarrolló un monje japonés llamado Kukai. Su intención era ejecutar un acto de disciplina y dedicación religiosa de la mayor intensidad.
Practicando en vida el ascetismo, se entraría en un estado mental en el que al morir el cuerpo se automomificaría. Ese es el sentido del sokushinbutsu, que permitía la conservación del cuerpo, y hacía que el practicante llegara a la iluminación budista.
Kukai creó una secta conocida como Shingon, que incluía elementos de religiones como el budismo y el taoísmo. Su principal objetivo era alcanzar la iluminación a través de la privación y la disciplina. Se cuenta que al final de su vida, el monje dejó de comer y de beber, lo que le condujo a una muerte voluntaria. Según la leyenda, su cuerpo se conservó en perfecto estado.
A partir de este ejemplo, distintas sectas budistas desarrollaron el proceso del sokushinbutsu propiamente dicho. Aunque se cree que miles de monjes intentaron automomificarse a lo largo de la historia, solo se conocen 28 casos en los que este objetivo se alcanzó.
Los monjes que practicaban la momificación voluntaria no veían este acto como un suicidio, sino como un camino para alcanzar la iluminación absoluta. Quienes lo conseguían eran reverenciados por sus compañeros y seguidores, y sus cuerpos habitualmente se exponían en templos y otros lugares de culto.
El proceso del sokushinbutsu
El proceso de automomificación era extremadamente doloroso, que requería una disciplina muy fuerte y que tardaba en completarse casi una década. Además, era muy complicado conseguir el resultado deseado. Aun así, muchos monjes budistas lo intentaron a lo largo de los siglos que estuvo vigente.
En el primer paso del sokushinbutsu, el monje tenía que comer exclusivamente fruta, bayas, semillas y frutos secos durante 1.000 días. En este tiempo, además, se sometía a un entrenamiento físico muy riguroso, con el objetivo de disminuir al máximo sus índices de grasa corporal.
Durante los 1.000 días siguientes, la dieta del monje se volvía todavía más restrictiva: a partir de este momento solamente podía alimentarse de corteza y raíces. Al final de este periodo, su cuerpo estaría compuesto prácticamente de huesos y piel.
Tras aproximadamente seis años de preparación, el monje que intentaba la automomificación bebía un té venenoso preparado con la savia del árbol urushi. Esta bebida le causaba vómitos y la pérdida de fluidos corporales. Esta sustancia tóxica permanecía en el cuerpo aun después de morir, por lo que impedía la proliferación de bacterias tras la muerte, y en consecuencia, no habría gusanos que se comieran los restos.
Enterrados en vida
En este estado, siendo ya poco más que un cadáver andante, el monje se introducía en una tumba de piedra de un tamaño no muy superior a su propio cuerpo, donde debía meditar, inmóvil, en la posición del loto hasta su muerte. La tumba se sellaba por fuera, y se dejaba una rendija por la que el monje podía respirar.
Cada día, el monje hacía sonar una pequeña campana para hacer saber a sus compañeros que seguía con vida. Cuando la campana dejaba de sonar, estos retiraban el tubo y sellaban la piedra por completo, dejando pasar otros 1.000 días para completar el ritual.
Después de este último periodo, la tumba se abría para comprobar si el monje había conseguido momificarse. Si el cuerpo estaba preservado correctamente, se consideraba que había alcanzado la “budeidad”, y la momia se colocaba en el interior de un templo para venerarla.
Si se descubría que el cadáver estaba descompuesto, el monje que había practicado el sokushinbutsu era respetado por su perseverancia, pero no adquiría ningún estatus especial tras su muerte.
Estudio en Países Bajos: un caso reciente de sokushinbutsu
Por extraño que pueda parecer, apareció una momia bajo una estatua, eso fue lo que consiguieron unos investigadores del museo de Drents, en Países Bajos.
Un estudio en una estatua representando a un Buda chino, llevado a cabo por el Centro Médico Meander en Países Bajos, reveló que dentro de la misma había un cadáver momificado de un hombre de entre 30 y 50 años.
Tras realizar más investigaciones con la reliquia, incluyendo una endoscopia especial, se confirmó que el cuerpo perteneció al maestro Liuquan, de la Escuela de Meditación de China.
Por si esto fuera poco, los investigadores también descubrieron pruebas de que el hombre se había momificado en vida mediante el sokushinbutsu. Esta práctica era bastante habitual entre diferentes sectas budistas, pero hasta este momento no se había hallado ningún ejemplo de la práctica donde el cuerpo terminase en el interior de una estatua.
Además, el descubrimiento también es único porque la endoscopia especial que se le practicó al cuerpo reveló que dentro del mismo se encontraban papeles milenarios cubiertos de antiguos caracteres chinos.
El monje encerrado en la estatua
Según los investigadores que descubrieron el cadáver dentro de la estatua de Buda del museo de Drents, su origen sería una “víctima” de este proceso de sokushinbutsu. Sin embargo, lo que parecía más complicado de descubrir es cómo había terminado dentro de una escultura.
Los papeles encontrados en el interior de la momia, en el lugar donde deberían haberse encontrado los órganos torácicos, revelaron que los restos se habían encerrado dentro de la estatua con el objetivo de preservarlos por toda la eternidad. Tras realizar el hallazgo, un equipo de investigación trató de descubrir más datos sobre la momia, para lo que siguieron un complejo proceso.
El estudio relacionado con los restos del maestro Liuquan fue supervisado por Eri Bruijin, un experto especializado en el arte y la cultura budista. Sin embargo, debido a lo peculiar del caso, tuvo la ayuda de Ben Heggelman, un radiólogo, y Reinoud Vermeijeden, un gastrólogo. Juntos, realizaron multitud de pruebas a la estatua, entre ellas una endoscopia modificada y un TAC.
A pesar de que se ha confirmado que los restos pertenecen a un maestro de la Escuela de Meditación China de nombre Liuquan, no se han filtrado los datos que permitieron a los investigadores identificar a la momia.
Sin embargo, se cree que estuvieron implicadas unas pruebas de ADN que los investigadores extrajeron mediante un endoscopio modificado especialmente para el caso, además de los papeles previamente mencionados.
Al momento del descubrimiento, la estatua había salido por primera vez de China para formar parte de una exhibición en el museo de Drents, en los Países Bajos. En 2015, el equipo de investigación publicó los resultados de sus estudios en una monografía.
La importancia de la momia
La historia de Liuquan y su momia encerrada dentro de una estatua ha dado la vuelta al mundo, y adquirió gran fama internacional. El NL Times, un periódico neerlandés, explicó por qué el fenómeno era tan importante: se trata de la única estatua budista disponible en Occidente para su estudio, además de la única en su tipo que se ha descubierto hasta hoy.
Sin embargo, parece que el maestro Liuquan no podrá descansar tranquilo ahora que se ha revelado su identidad. En julio de 2017, la estatua volvió a aparecer en la prensa internacional debido a un caso que parece sacado de una película. Y es que el pequeño pueblo de Yangchun, al este de China, había denunciado al coleccionista holandés que tenía los restos en su posesión.
¿El motivo? Aparentemente, la estatua fue robada de un templo en los 90 del siglo pasado. Varios habitantes del pueblo de Yangchun afirmaban que los restos del hombre momificado pertenecían a uno de sus ancestros, por lo que exigían que la estatua les fuese devuelta de inmediato.
Oscar van Overeem, el coleccionista holandés que había comprado la estatua unos años antes, afirmaba no saber nada de su origen. De hecho, se ofreció a devolver tanto la representación de Buda como la momia que había en su interior al gobierno de China. Eso sí, lo haría solamente a cambio de una compensación económica.
Sin embargo, las autoridades chinas se negaron a pagar ningún tipo de compensación, por lo que van Overeem decidió venderle la estatua a un hombre de negocios anónimo. Los únicos datos conocidos sobre el nuevo dueño de esta peculiar obra de arte son que es de nacionalidad china, y que tiene una gran colección de esculturas budistas.