¿Qué es el Chullachaqui?
El Chullachaqui es la figura protagonista de una leyenda de la selva peruana. Su nombre proviene del quechua chulla chakji o tsulla chaki, que significa “pie” e “impar” o “diferente”. Esto se debe a que, según la leyenda, su pie izquierdo se dispone en sentido contrario al derecho. En español podría traducirse como “pie disparejo”.
Las referencias a este espíritu se pueden hallar en la densa selva del Amazonas. Las leyendas lo describen como un duende que tiene la habilidad de cambiar de forma e incluso puede convertirse en humano. Este es su método para atraer a las personas que vagan por el bosque, para luego capturarlas y hacerlas desaparecer.
También es conocido como un espíritu protector del Amazonas, dueño de los animales y las plantas, algo así como guardián del bosque. Se dice que defiende a los árboles de caucho de la explotación inconsciente de los humanos.
Existen historias que relatan que los pobladores de las comunidades indígenas del Amazonas suelen intercambiar regalos con el Chullachaqui como muestra de agradecimiento, pues muchas veces es amistoso y da regalos de la selva. Pero a menudo se asocia al diablo o con seres demoníacos, porque en ocasiones su comportamiento es agresivo y violento.
Otro de los aspectos característicos del Chullachaqui es que no posee glúteos ni ano, rasgo particular de los duendes de la selva. Esto hace que sea fácilmente reconocible cuando no está convertido en otro elemento.
Algunos indican que sus víctimas preferidas son los niños que vagan por la selva; se convierte en algún ave de colores llamativos para llamar su atención, luego los captura y los hace desaparecer en los lugares más recónditos. Además de su poder de metamorfosis, tiene la habilidad de convertir a las serpientes de coral en flautas, y viceversa.
Características del Chullachaqui
-El abuelo de los pobladores. La leyenda destaca la relación de parentesco entre el Chullachaqui y los habitantes de la selva, que se refieren a él como el abuelo. Esta relación tiene su explicación en el imaginario colectivo, por la creencia popular que establece una conexión de parentesco entre los espíritus o seres místicos y el humano desde sus orígenes.
– Guardián. Al Chullachaqui suelen atribuirle el cuidado de parcelas de cultivo o “chacras”. Las historias cuentan que lleva a los animales que han sido atacados por los humanos a estos sitios para curarlos. Esta concepción confirma la connotación que se le otorga de guardián de todos los animales y plantas de la selva.
– Asociación con el diablo. En algunas variantes de la leyenda, se le asocia a entidades malignas que raptan a quienes caminan por lugares solitarios de la selva.
– Origen mítico. Según la leyenda, es el producto de una relación entre un duende y el diablo.
– Aspecto físico. Camina encorvado, es pequeño, lleva sombrero. Tiene una nariz enorme, orejas puntiagudas y los ojos rojos.
– Pies. Unas leyendas dicen que están dispuestos en sentido contrario. Otras, que un pie es humano y otro animal, que puede ser venado, pecarí, gallo, tortuga, etc.
Leyenda del Chullachaqui
Cerca del río Nanay habitaba un siringuero que trabajaba intensamente todos los días. Sin embargo, los árboles de caucho no le daban la leche necesaria para poder subsistir. Un día se encontró con un hombre de panza prominente y un pie más pequeño que el otro.
Se trataba del Chullachaqui, considerado el dueño de los animales y los árboles. Se acercó al siringuero y le preguntó: “¿Cómo te va?”. Este respondió: “Muy mal, tengo muchas deudas”.
El Chullachaqui le dijo que si quería tener mejor producción de los árboles de caucho, él podía darle una virtud. Entusiasmado, el siringuero le pidió que le ayudara.
Ante la respuesta afirmativa, el Chullachaqui le respondió que le ayudaría, pero que primero necesitaba que le hiciera un favor. El siringuero debía darle uno de sus tabacos, y el acuerdo fue que el Chullachaqui lo fumaría y luego se dormiría, y en ese momento el siringuero debía darle puños y patadas hasta despertarlo.
El hombre estuvo de acuerdo. El duende se durmió e inmediatamente fue golpeado. Una vez despierto, el Chullachaqui le dio las gracias y le propuso un nuevo reto.
Debían empezar a pelear: si el hombre lograba tumbar tres veces al Chullachaqui, este se comprometía a hacer que los árboles dieran el caucho necesario para que el hombre pudiera pagar sus deudas. Pero si el hombre resultaba vencido, sufriría una enfermedad en cuanto llegara a su casa.
El hombre miró al Chullachaqui y pensó que podía vencerlo, sobre todo considerando que tenía un pie bastante pequeño. Pelearon y el hombre fue capaz de ganarle tres veces, siempre dando pisotones al pie pequeñito: allí guardaba su fuerza.
Promesa cumplida
El Chullachaqui cumplió su promesa y le dijo al hombre que a partir de entonces los árboles le darían más caucho. Sin embargo, le advirtió que no fuera tan avaricioso como para extraer demasiada leche de los troncos, porque sería negativo para los árboles y los haría llorar. También le amenazó con matarle si le contaba esa historia a alguien.
El siringuero obtuvo la leche que necesitaba de los árboles y se dio cuenta de que el Chullachaqui era bondadoso: se instalaba en el siringal y curaba a los animales, o hacía trenzas a los árboles con los bejucos. Con el tiempo, el hombre saldó las deudas que tenía con el propietario de los siringales y compró zapatos a sus hijos.
Espía poderoso
Sin embargo, ocurrió que el dueño de los siringales —un ser malvado que maltrataba a muchos indígenas— supo de la fortuna del trabajador. Se levantó muy temprano y espió al siringuero con la intención de saber cuáles eran los árboles más productores.
Luego de averiguarlo, regresó con baldes grandes en lugar de usar las tradicionales tichelas, los envases pequeños utilizados por los siringueros. Este hombre terminó haciendo cortes muy profundos a los árboles, y al final de la extracción el producto era agua en lugar de leche.
Pasó el tiempo y el siringuero tomaba solo la cantidad de leche que le había recomendado el Chullachaqui, mientras que el otro sacaba con desmesura.
Cierto día, cuando el avaricioso aguardaba escondido entre los árboles, el Chullachaqui se les acercó a ambos y les indicó que se terminaba la virtud.
Perdonó al siringuero, pero le ordenó que se fuera y que no regresara. Luego se volvió al patrón y le acusó de no tener compasión hacia los árboles, que al final de la extracción no daban leche sino agua.
Esa misma tarde el dueño del siiringal enfermó gravemente, tuvo dolores de cabeza y mucha fiebre. Tuvieron que desplazarlo en una canoa hasta una posta de salud en el río y no hubo médico que pudiera decir cuál era el origen de sus dolores. Nadie pudo curarlo y eventualmente murió.
En cambio, el siringuero afortunado no volvió nunca más a los siringales y se mudó al distrito peruano de Pebas, donde construyó una casa de ladrillos.
Referencias
- Galeano, J.C. Cuentos amazónicos. Recuperado de myweb.fsu.edu.
- Olsen, D. World Flutelore: Folktales, Myths, and Other Stories of Magical Flute Power. Recuperado de books.google.es,
- Barcan, S. The Latin American Story Finder: A Guide to 470 Tales from Mexico, Central America and South America, Listing Subjects and Sources. McFarland.
- D’Argenio, M. Decolonial encounters in Ciro Guerra’s El abrazo de la serpiente: indigeneity, coevalness and intercultural dialogue. Postcolonial Studies.
- Runa Shimi & Mishu Shimi. Runakay kamukuna. Recuperado de web.archive.org.